domingo, 7 de septiembre de 2008

Relato Breve N° 1

Me levanté turbado. Y estoy pensando en tomar una decisión extrema, porque estoy harto.
Lo invito. Si; lo invito.
Y lo invité. Era Sábado a la tarde y estaba solo como siempre y vi al limpia piletas y me animé a decirle: "Venite a la noche y nos tomamos unos fernét".
Y vino. Me contó una historia muy triste de su hijita que no le dejan ver porque lo encontraron tomando merluza y otras cosas tristes que no voy a contar porque no van con esta historia.
Nos reimos, y cada vez que el morocho me sonreia la Kundalini se me despertaba.
Dedos largos y gruesos, manos desproporcionadamente grandes comparadas con su espigado y fibroso cuerpo.
Huele a cloro y a un cierto sudor. Por supuesto, no fué a su casa a bañarse y arreglarse antes de tomar los fernet, porque calculo que no hubiera llegado, y como tomo las cosas como vienen no me hice rollo. Caía la tarde y yo ya estaba un poco colocado y pasé bastante tiempo espiandolo por la ventana de la cocina. Lo vi mirando para mi casita y me pregunté qué estaría pensando. El tenía puesto vaquero cortado, con el largo de un short muy short y por momentos me pareció divisar un huevo suyo como un Kiwi. Ring. Timbre. Le abro y me sonrrie. Es simple y libre de malicia. Realmente quiero tomarme unos tragos con él, porque me vibra bien, y dejó la piscina brillante por cierto, se lo merece. Pero no crean que soy asistente social, soy un macho en celo, con mucho amor para dar.
Nos tiramos en el sillón; el se tiró bien hacia atras y apoyó la nuca sobre el respaldo de cuero blanco. Como que no entraba, el morocho lungo, y miren que mi sillón es grande. Quedó casi horizontal y creí que tenía un celular muy grande en el bosillo del short. Pero no; no era el celular. La piel le brillaba y empecé a sentirme mareado.
Ahí algo me pasó y no se bién que fue pero le dije que se fuera, que no me sentía bién y que podríamos tomar fernet en otro momento.
Saltó del sillón y se bajó el short se sacó la musculosa naranja y se quedó 100 por 100 en bolas, las ojotas blancas ya se las había sacado. Me miró como quién espera la nota de matemáticas y me morí de amor y calentura. Si. La oleada de deseo me llevó a la hipocondría, pero la superé y me arrodillé, no para orarle a la virgen sino para hacer feliz al macho.
Me ahogué con su virilidad, me ensordecí con sus gemidos y me quedé pelado porque me zamarreaba la cabeza agarrándome los pelos. Lo tiré en el sillón y explotamos al mismo tiempo.
-"Me voy a bañar!"- me dijo, y se llenó la bañera porque no es boludo. Se metió en el baño y dejó la puerta abierta y me hablaba jocoso pero yo seguia tirado en la alfombra, en una posición extraña, como en coma, me caí para adentro, recuerdo y no me importó la alfombra húmeda.
Salió de la ducha y se metió en el dormitorio, me bañé y me metí con él en la cama, mojado. Me abrazó y lo abracé. Me besó y me recordó al helado de frambuesas.
-"Mañana te hago el desayuo"- Me dijo
-"Antes quiero comerme un buen pedazo de carne"- Le dije acurrucandome en su cuello.
-"La cena está lista"- Tomó mi mano mientras me miraba profundamente, sonrriendo. La llevó hacia su entrepierna y me morí de amor.
La vida a veces te da sorpresas. A veces no hay que tomar medidas extremas. 1.95; 24 x5 son medidas extremas. Y a mi me vinieron sin que las busque.
Ahora mi pileta siempre tiene agua limpia y clara y mi corazón tiene un campo de piel morena para retozar, un sofá de cuero blanco que se parece a las nubes y soy feliz.

2 comentarios:

siguekaren dijo...

Creo no equivocarme al afirmar que estamos frente a la obra del próximo niño mimado de la literatura.¡Congratulations!

siguekaren dijo...

oh my god! beautiful