domingo, 7 de septiembre de 2008

Relato para leer en el Celular

Si.
He decidido vivir la vida a pleno; me cansé de la patrona que me hace lustrar todo con Blem y a mi no me gusta el olor a Blem, me da asco.
Mientras calentaba una medialuna en el microondas se me ocurrió que sería mejor ser yo misma, entonces me puse en acción y como un soldado en Irak, me tomé un rivotril con dos Whiskyes y salí.
Estaba a punto de salir loca loca loca y con nauseas -sospecho que no por la medialuna-. Me puse el saco y me detuvo la patrona. Le aclaré que estaba drogada y que no era buen momento para discutir mi próximo franco; un extraño brillo en sus ojos y un gesto condescendiente; me abrió la puerta y salí.
Fuí al almacén y las baldozas me bailaban; cuando trataba de pisarlas se hundían unos centímetros pero al final las pisaba, como que estaban de joda las muy hijas de puta.
Si. Fui decidida a todo y cuando entre al almacén él me miró como extrañado; tenía una feta de salchichón colgándole de la boca y me morí de amor.
Pasé atrás del mostrador y le arranqué la mitad de la feta que estaba colgando, la tire al piso y la pisé furiosa, porque la pasión me pone así y he decidido no guardarme nada.
Lo besé descaradamente y al principio sus labios gruesos no reaccionaron, pero cuando con la lengua le mostre que iba en serio me tomó de la cintura y me chupó con tal fuerza que sentí la misma sensación que cuando limpiaba la baranda de bronce del balcon en el piso 21.
Sin dejar de besarme me empujó para el fondo y al cruzar la cortina de gotitas de plástico blanco tornasolado sentí que entraba en otra dimensión.
Nos caímos sobre las cajas de galletitas dulces, se abrieron los paquetes y volaron por los aires, pensé que se me había metido una pepa en el culo pero no fue asi. Eran dos dedos de mi Hector, que aprovechó el vuelo de mi tan odiado uniforme bordo para dar rienda suelta a su lujuria.
Rodamos apasionados por el suelo y las galletitas molidas mezcladas con el sudor de nuestros cuerpos se nos pegaron hasta tranformarnos en una milanesa ardiente y a la vez cruda; como nuestro amor.
Vi a Dios varias veces y mi Hector gritó otras tantas.
No me parece apresurado nuesto amor. Ayer le conté donde trabajaba y le dije mi nombre; el me dijo que le gustaba ir al gimnasio y que se llamaba Héctor. Pero después les cuento lo mas sobre nuestro amor, porque hoy no estoy inspirada. Solo les cuento a modo introductorio.
Soy una mucama muy sofiscada y culta que no le teme al amor. Ya lo verán.
Sandra.

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