domingo, 7 de septiembre de 2008

Relato Breve N° 7. Puto deluxe

Miré la luna sobre el río a traves de la pared que da al río.
Todo mi departamento da al rio y veo a través de las paredes porque son de vidrio.
Mucha gente se mareó en mi balcón porque es de cadenitas de titanio soldadas a mano y la levedad del arte contemporáneo a muchos se les hace insoportable. Habrás adivinado; soy top.
Muy Top.
Pero no quiero refregarte en la cara que el universo fue muy generoso conmigo en esta reencarnación. Soy Budista y para darte una pista te cuento que si hubiera méritos, estaría primero en la lista.
Imaginate a alguien muy bello y mal criado; con porte de nobleza e indecifrable naturaleza.
Si te empiezo a romper las bolas debes saber que le pasa a todo el mundo; pero de alguna manera es probable que caigas en mi red, porque nadie hasta ahora pudo evitarlo.
Hasta ayer.
Suena el timbre.
Es el techista petiso mal oliente y gordo, lo detesto porque hizo un chiste con respecto al color de mi piso (no seas ingnorante; piso=piso gigante minimalista) y como no me reí, me dejó colgado un mes con la macha de humedad en el cielo raso.
Hasta hoy.
Pero no vino solo, y es aquí dónde empieza la historia.
Tengan cuidado al leerla, les va a parecer que es la historia de un pobre chico rico con el corazón y el culo rotos, pero hay algo más.
Algo parecido al amor, que es peor.
El techista se fue y dejó a su ayudante, que en mi cielo raso parecía la pintura de una pantera negra.
Cubrió los poquísimos muebles con sabanas blancas y su figura cobró una tridimensionalidad pasmosa. Nadie entra en mi loft minimalista, ni siquiera mi socio del estudio.
Ah; soy arquitecto.
-"Como hace calor seguro que tenés todo seco para mañana"- me dijo como si fuéramos amigos de toda la vida, pero no me molestó.
Pintaba con brocha y descubrí que un antebrazo puede tener algo así como doscientos músculos.
Los conté.
-"Eso espero; en cinco dias recibo a unos inversionistas japoneses y no me gustaría que haya olor a pintura"-le dije.
Lo siento lectores; no puedo evitar hacer ése tipo de comentarios.
Siguió pintando y por alguna extraña razón no pude quitarle los ojos de encima.
Sábado a la tarde, sin nada mejor que hacer, con un atleta aún no descubierto en mi living.
Me molesté al darme cuenta que no llevaba ropa interior por la forma pendular en la que se movía su pantalón de gimnasia negro mientras pintaba.
Se imaginarán que no puedo permitirme un encuentro casual con un pintor amateur.
Cuando llegás a mi nivel simplemente prohibís pasar por sitaciones dudosas y no estaba dispuesto a romper mis propias reglas.
Eso creí.
-"¿Flaco tenés un vaso de agua?- Sonó como un trueno. Grueso. Áspero. Como un tenor.
Le alcancé el agua parado bajo la escalera pero él bajó y parandose cerca mío se la tomó mirándome a los ojos.
Pude sentir el olor de su transpiración y lo blanco de sus ojos era tan blanco que su mirada inundó todo el espacio.
Me puse rígido y me escapé para lo que uds interpretarían como cocina.
Me trajo el vaso y me sonrió.
-"Ya terminé la primer mano, hay que esperar a que seque y ver si le damos la segunda"- Me dijo sonriendo publicitaria e ingenuamente.
Le comenté que si quería esperar podía hacerlo y que yo me iba a bañar, le alcancé unas revistas de arquitectura y me fui al entrepiso a bañarme.
Le pareció bien y me fui. No me odien vulgarmente, pero tengo jacuzzi y lo encendí; me metí y al rato escuché que él subía por las escaleras. Se asomó por la puerta del baño y me dijo:
-"Creo que no se va a secar hoy; hay un poco de humedad, mejor me voy."
Realmente no quería que se fuera; sin pensarlo le pregunté si quería bañarse. Me contestó que si y sin prisa pero sin pausa se desvistió delante mio y se metió en el jacuzzi.
No me dió tiempo a explicarle que podía usar la ducha de al lado asique simplemente lo dejé que se metiera, había suficiente espacio.
Me palpitó el corazón muy rápido pero su sonrisa era tranquilizadora.
¿Puedo confesarles que estaba tremendamente excitado pero a la vez tranquilo? Bueno, a partir de ahí se imaginarán que rompí mis propias reglas sin saber que alguien tremendamente simple iba a romper, entre otras cosas, mi insensible corazón.
Salí del jacuzzi y bajé a buscar una botella de whisky, mucho hielo y dos vasos. Cuando me vió aparecer se rió y se llevó las dos manos a la entrepierna que burbujeaba como mi corazón.
El cielo se puso gris mientras bebíamos y reíamos y se largó a llover.
Es un buen espectaculo ver llover desde mi piso, sobre el rio, con el aire de verano vaporoso y caliente.
Me miraba y sonreía hasta que empezamos a rozarnos las piernas y ahí se puso un poco serio el morocho.
Me tomó la mano y la llevó hasta donde ya saben; apenas sentí la dureza de su deseo y ya lo tenía encima besándome; contorsionado, me sorprendió su destreza para ponerse encima mio sin tocarme, solo lo hizo con sus labios; cuando cerré los ojos para saborear su hipnótico beso de cebolla sentí el calor de su cuerpo sin contacto, como cuando me pongo al sol en la terraza donde habitualmente pasa a buscarme el helicóptero.
No se cómo terminamos en la cama pero terminamos varias veces y de muchas maneras; y siempre, siempre, volvimos a empezar.
Hasta ayer, que me dijo algo asi:
Estamos los dos tirados en la cama desnudos como uno de esos tantos sábados. Se habrán imaginado que varias veces, de maneras extrañas, latas de pomarola abiertas terminaban estallando contra mi cielo raso.
-"Cuando te cojo siento que hay una barrera que no me dejás pasar"- Me lo dijo tirado encima mio, apoyandose en sus larguísimos brazos, arqueado como el puente de San Francisco; realmente sentí que no tenía escapatoria.
-"Que curtamos no te da derecho a hacerme reclamos"- Sentí un clic cuando dije ésto, como cuando se te rompe un diente; pero no sabía si mio o de él; porque de alguna manera, en ésa figura del puente y el rio, éramos uno.
Yo atenté contra la unidad y la retribución Karmática fue instantánea.
El puente se congeló y se decongeló tan rápido que le salieron lágrimas de los ojos, lo abracé tan fuerte que cedió y volví a sentir su peso encima mio, pero estaba frío. Se levanató sin mirarme y empezó a vestirse lo suficientemente rápido para no sufrir ante mi patética escena.
Me tiré a sus pies, lo agarré de las piernas, le pedí por favor, lloré y grité que no se fuera. Le atesté un golpe en la cara y no me lo devolvió.
El mundo cedió ante mis pies y se fue.
Tal vez no sea pertinente que les cuente que borracho lo pasé a buscar por la villa a las 5 de la mañana para no vomitar solo luego de litros de champán y cuatrocientas chupadas de pija en la disco gay.
El se quedó conmigo.
O la vez que perdí la chaveta por el último modelito top pasandome de pastas varios blisters; ese morocho tendría que haber sido gastroenterólogo.
El gastroenterólogo de mi vida (endoscopio le sobraba).
El se quedó conmigo abrazándome fuerte mientras yo cagaba las sábanas de seda blanco minimalista.
Lo cagué a palos, lloró diciendome que me amaba, cojimos como perros, me lo llevé a punta del este y cuando todo perdía sentido para mi montaba un numerito para hacerme reir.
Él se quedó conmigo.
Hasta que se fué.
Una mañana soleada de verano paseaba en mi descapotable, cuando en Alem y Corrientes cruzó adelante mio con su gorda y conchuda novia empujando un carrito para mellizos.
Me bajé del auto y en la esquina del correo central le dije: -"Yo siempre te amé y no pude decírtelo".
-"Flaco yo siempre te amé y te lo dije mil veces; ahora es tarde".
Y siguieron caminando.
Me multaron por dejar mi Audi TT abandonado.
Pero la multa que él me hizo en el corazón no voy a poder pagarla nunca.

2 comentarios:

Andrea dijo...

Sos mi puto admirado
Qué peña ni que mierda
Salud!

Inspector de Comentarios H. Lima Gonzalez dijo...

Está muy bien esto.

Atte.
Inspector H. Lima Gonzalez